jueves, 2 de diciembre de 2010

" PRESENTE EN LA CUSTODIA EN LA MESA DEL ALTAR. "

Hoy Jueves, he pasado por la puerta de mi Parroquia por la mañana y me tropecé abierta, y me sorprendí. Y entré y estaba Jesús en La Sagrada Custodia iluminado con lámparas rojas color sangre, con los brazos abiertos esperándome. Completamente solo y es que verdaderamente era una hora muy temprana. En la que los fieles podrían estar hacer haciendo sus obligaciones y era normal. Yo sé que el Señor por eso no estaba enfadado. Porque era una hora de estar preparando las personas sus almuerzos, arreglando sus tareas de casa y muchos otros en sus trabajos ganándose el pan de cada día. Pero para eso llegué yo, para que en esos momentos no estuviese solo. Estuve un buen rato, hable muchísimo con ÉL de todo de las cosas de la vida. Le rece por los que no lo visitan, por los que no se acuerdan de ÉL. Tuve una paz inmensa, con un amor entre Dios y mi persona que no sé como redactar. Qué amor más inmenso. Por supuesto hablé con ÉL de mi querida madre, por el trance que estamos pasando mi familia, Ya que mi madre se debate entre la vida y la muerte. Pero le dije; Señor que se cumpla tu voluntad. Lo que Tú dispongas lo aceptaré gustosamente. También he hablado con La Santísima Virgen que presidía la capilla de la morada de la mesa del altar, de la que nunca me olvido, y que sufrió tanto cuando murió Jesucristo y lloró tanto al pie de la cruz. Me vi reflejado en Ella en aquellos momentos, por los momentos en los que estoy atravesando con la enfermedad de mi querida madre. Pero lo importante es que hablé mucho con el Señor que me acogió con los brazos abiertos lo sentí aunque no os lo creáis, en aquél silencio y paz. Le ore y rece como siempre hago diariamente en mis oraciones aunque no esté presente delante de mí. Y después de un buen rato de conversación con el Señor y La Santísima Virgen presentes, me marché con bastante dolor, pues los dejaba solos, pero tenía que marcharme, les dije adiós majestuosamente. Y llegué a mi casa llamé al hospital a mi hermana para ver cómo había pasado mi madre la noche. Y todo había cambiado por completo, del día anterior que se le había hecho a mi madre un TAC. Y los resultados que los médicos ya habían visto a mi madre eran formidables, mi madre esa noche había descansado mucho mejor. Le iban a quitar la medicación por vía venosa, se la iban a dar ya por boca, los bronquios le habían dado un vuelco ya no eran un hilito respiratorio pensaban quitarle el oxigeno, también le iban a quitar la alimentación triturada, es decir iba a comer alimento ya mas solido, no tan liquido. Y dentro de la gravedad nos hablaban los doctores según información de mis hermanas que estaban en esos momentos de turno. Ya que yo me quedaba de noche, de una pronta alta médica para casa. Rápidamente comunique a mi hermana que si el sacerdote iba a ver a mi madre como hacía diariamente, aunque ella solo recibía al Señor los domingos; que le dijera al sacerdote que si llevaba consigo al Señor y que mi madre recibiera el Cuerpo de Cristo. Pues Dios me estaba escuchando, y en mi madre se estaba con la ayuda de la ciencia médica. Y por supuesto con la mano de Dios y de La Santísima Virgen María, un milagro, después de tanta gravedad, como nos habían informado que no contáramos con ella, dada su avanzada ancianidad, no podían operar ni hacer nada. Pues en operaciones, e intervenciones podía darle una parada respiratoria. Y el Señor que es tan bueno, y tan misericordioso me ha escuchado y no quiere dejarme solo. Quiere que mi madre esté otros poquito tiempo más conmigo a mi lado, juntitos los dos dándonos amor y entregando amor a nuestros hermanos a Dios y a La Santísima Virgen María. Nunca sabré como pagar esta bendición de Dios tan grande. Nunca más permitiré que me tiente el demonio. Como pueda le daré una patada, aunque como humano, puede que tropiece en la piedra que tropezamos los humanos. Pero estoy seguro que Dios pondrá la mano sobre mí para no tropezar ¡Dios mío, Virgen mía! Siempre os he querido, nunca he perdido la fe hacia vosotros dos. Pero desde hoy creo que por mi boca derrocharé vuestro nombre. Aunque seáis maltratados por los seres humanos, mi boca seguirá bendiciendo a mi Dios y a mi Santísima Madre La Virgen María. Y si hace falta moriré con el nombre vuestro en mi boca. ¡Bendito sea Dios y su Santa Madre! Manuel Enríquez Becerra. Sevilla.