domingo, 5 de diciembre de 2010

" AMO AL SEÑOR PORQUE ESCUCHA MI VOZ SUPLICANTE. "

El Señor ha escuchado mi voz suplicante en unos momentos bastantes delicados en los que mi querida madre ha sufrido un estado grave de enfermedad. Y yo le he suplicado al Señor y a La Santísima Virgen que tanto amo que me han escuchado y la han restablecido de su grave Infarto de Miocardio, en el que la ciencia y la medicina, no nos daban credibilidad, dado su estado de ancianidad. Pero como el Señor sabe que tanto nos amamos mi madre y yo, no ha querido todavía dejarme solo sin el amor que nos tenemos el uno con el otro. Que vuelva a darle de comer, que vuelva a asearla, que vuelva acariciarla, que vuelva a pasearla en su silla de ruedas, que no esté en soledad. Señor que bueno eres, que amor tan grande tienes hacía los seres humanos que sentimos amor. Y no quieres que suframos por amor, y menos por amor en soledad, sin tener a quién entregárselo. Tragándonos el amor en saliva por la garganta sin tener a quién entregarlo. Pero has escuchado mi voz suplicante, y quieres que mi amor siga entregándolo a mi querida madre, y disfrute de él con ella. Porque no tengo a nadie más a quién entregárselo, como no sea a un niño que no es sangre mía. Pero que me quiere y cuando se le cae un diente acude a mí para que le de amor con una simple moneda y lo haga feliz, y le haga de ratoncito Pérez ya que es feliz ese niño con ese amor que le entrego con una moneda que le doy recoge mi amor. Pero es diferente amor. Al amor de mi querida madre cuando voy detrás de ella empujando su silla de ruedas y nos paseamos por las calles de Sevilla y nos adentramos a verte en tu oculta Deidad en la capilla de San Onofre donde mi madre disfruta juntamente conmigo rodeado de tus cirios encendidos, representando a tus doce apóstoles que están junto a Ti en forma de lámpara encendida, alumbrándote y te dan amor de esa forma en llama encendida. Como disfrutamos contemplándote en Tu oculta Deidad donde hablamos Contigo. Señor yo sabía que Tú no me defraudarías, con ese amor que derramas sobre mi madre y mi persona, para que sigamos contemplándote en el día a día. Y orando y rezando en mis oraciones diarias, para Ti y las Salves que le rezo a La Santísima Virgen María nuestra Madre, la que siempre preside tus mesas de altar cuando te haces presente, para recibirte como alimento inmenso que sacias nuestros corazones. Y nos das la paz y el amor interiormente, cuando cerramos nuestros ojos y en silencio meditamos. Y cuando despertamos ya somos otros. Somos hijos Tuyos, nuevos renovados, por ese amor que hemos recibido en nuestro corazón. Por todo lo que reseño en este artículo. No tengo más remedio que decir. Que amo al Señor por que escucha mi voz suplicante, y porque inclina su oído hacía mí siempre que lo invoco. Manuel Enríquez Becerra. Sevilla.