lunes, 10 de enero de 2011

" MENOS MAL QUE LA MUERTE NO SE PUEDE COMPRAR. "

Si la muerte se pudiese comprar esto se ría terrible. Es sin poderse comprar y el hombre se envidia y se odia y no piensa nada más que en lo material en hacerse con propiedades y en ganar mucho dinero. Os podéis imaginar si la muerte se pudiese comprar; y el pobre se muriese y el rico se quedase siempre en la vida. Nos mataríamos los unos a los otros sería un terror. Pero si recapacitamos en eso está muy bien pensada y creada la vida en el nacer y en morir. Todos nacemos igual y morimos igual aquí no se queda nadie por mucho dinero que tenga. Así que no envidió al que tenga mucho dinero y gane bastante y guarde, que aguarde, que guarde; que aquí lo va a dejar todo. Tan solo se va a llevar una simple sábana donde irá liado y será incinerado o podrido en el pudridero de la tierra. Sin embargo el hombre es envidioso, se corroe por dentro, es ambicioso, quiere acaparar propiedades mientras más mejor, para alquilarlas y si algún inquilino no le paga porque no puede y está sin trabajo, lo desahucia y lo pone de patitas en la calle. Pero no piensa que el dinero lo va a dejar aquí, y no ayuda a esa persona que no puede pagar el alquiler porque no tiene trabajo. Puede la ambición de su poder por el dinero. Es una pena. Menos mal que la muerte no se comprar, y aquí lo dejamos todo. Eso es la mejor maravilla que invento Dios. Aunque a veces nos duela que un ser querido, que ha hecho el bien nos deje y se marche para siempre. Pero y el que ha hecho el mal en la vida que se quedase para siempre siguiendo haciendo el mal que horror. La primera que compraría la muerte sería la Iglesia empezando por su alta jerarquía como el Papa y sus obispos pues nada todos al hoyo. Por mucho que prediquen el Evangelio que después no llevan a la practican. Porque ellos van a comer ha buenos restaurantes, tienen buenos coches y a vivir mejores que patriarcas. Pues de eso nada. Aquí dejareis vuestros palacios y vuestras riquezas. Por mucho que prediquéis y os sigan los ricos. También os acompañaran y cuando os presentéis ante el Altísimo y os pidan cuentas seréis castigados, por el daño tan grande que habéis hecho a los humanos. Que no fue lo que Jesucristo dijo: Que os enriquecierais. Sino todo lo contrario que repartierais todas vuestras riquezas con los más pobres, con los más humildes y desgraciados. Cosas que no lleváis a cabo. Sino que solo pensáis en vosotros y nada más que en vosotros. Y decid primero nosotros, después nosotros y siempre nosotros. Y seréis todos los ricos expulsados del Paraíso. Y los pobres seremos ensalzados y disfrutaremos de la vida eterna cosa que no os ocurrirá a vosotros los poderosos, que solo pensáis en la tierra en lo material y en enriqueceros. ¿Para qué? Para convertiros en polvo y no ser nada. Repartir vuestra fortuna con los humildes, con los pobres, con los desgraciados, con los desempleados, con los afligidos, dadle amor. Si no tenéis ese amor como dice: San Pablo en su carta a los Corintios. Sin amor no sois nada. Tan solo sois unos platillos que al sonar aturden, porque la vida sin amor no es nada. “Menos mal que la muerte no se puede comprar”. Manuel Enríquez Becerra. Sevilla.