jueves, 12 de agosto de 2010

CUANDO TE VAYAS.

Yo no quiero ni pensar el día que mi madre se vaya de este mundo. Y por desgracia sé que la vida tiene sus leyes, y como ley de vida algún día tendrá que partir de esta vida Y ahora que vivimos los dos tan felices aunque ella se encuentra imposibilitada es decir para salir a la calle va sentada en una silla de ruedas de un ictus que le dio soy feliz teniéndola a mi lado. Sé que seré un desgraciado, aunque tendré la ayuda de Dios pero no tendré esos besos diarios de cuando la levanto, de cuando la acuesto, con el amor que le doy de comer. Prefiero no pensar aunque lo pienso. Pero pido a Dios y a La Santísima Virgen en todas sus advocaciones que tarde bastante esa partida de que te vayas. Después haré balance de ese amor tan grande y todavía lo valoraré más. Aunque dicen los sacerdotes que el amor de Dios, es el amor que está por encima de todo amor y yo creo que el amor de Dios puede que sea verdad, pero para eso se necesita tener una fe inmensa. Pero el amor de una madre lo tienes a mano diariamente, lo compartes, lo tocas, lo vez con tus ojos, lo mimas, Y disfrutas de un ser humano tan grande como es la madre que te dio el ser de la vida que la tienes a tu lado. Me quedaré solo, solo con el amor de Dios, que seguro que no me abandonará, pero no tendré el amor material de mi querida madre a la que tanto amo. Porque a mi entender son amores distintos; el de una madre y el amor de Dios, aunque como os narraba antes puede que sea más grande el amor de Dios, pero que fe más inmensa tiene que tener uno. Cosa que llevo dentro de mi ser, fe y esperanza, dos de las dos virtudes del cristiano. Pero qué paz me quedará y que conciencia más tranquila de haberte hecho el bien que te mereces, con tu enfermedad llevándola a tu lado y sabiéndote confortar. Dándote ánimos, sacándote a pasear, y quitándole importancia a tu enfermedad, has tenido todo lo que te he podido dar que he tenido a mi alcance y sé que la vida me confortará y Dios no me abandonará; porque yo que he hecho de tanto como he hecho, a mi me parece que era mi obligación. Por lo tanto no he hecho nada, lo mío no tiene merito ninguno. Pero madre lo tuyo si tiene mérito, que me trajiste al mundo y me enseñaste una vida cristiana, y a conocer a Jesucristo y a La Santísima Virgen. Eso si tiene merito en ti, en cambio yo ya ves yo solo hice lo que tenía que hacer no abandonarte como buen cristiano. En mi opinión a los dos creo que Cristo nos lo tiene que premiar, cuando nos pida cuentas el día que nos presentemos ante ÉL. Que ÉL que todo lo puede tarde unos cuantos años más en llamarnos. Manuel Enríquez Becerra. Sevilla.