viernes, 11 de marzo de 2011

¡CUANTO LLORO TODOS LOS DÍAS SIN CONSUELO.!

En la alcoba de mi soledad mientras el mundo se divierte, lloro sin poderme consolar. Mi corazón y mis pensamientos mandan que broten lágrimas de mi lagrimar Todo el que lea este artículo no sé si le pasa a veces igual que a mí.



Pero la vida me ha rebatado el ser al que más quería en este mundo. La persona que me mimo desde su vientre y sufrió en sus entrañas cuando me dio a luz la maravilla que Dios hizo de que yo conociese la creación de la vida gracias a ÉL por medio de mi difunta madre. De la cual estaba enamorado.



Tan enamorado estaba de mi difunta madre, que no hice por emprender mi vida. Sino todo lo contrario toda llena de satisfacción y entrega dedicada a mi querida madre la persona que me dio la vida humana junto a mi difunto padre también. Y ahora me encuentro en este umbral de la vida con una mansa pena dislocada que no sabe por dónde caminar.



Solo La Divina Providencia sabrá el camino que me tiene guardado. Pero en estos momentos. Solo tengo momentos como los de La Santísima Virgen al pie de la cruz sollozos llantos sin el consuelo ni tan siquiera de San Juan, completamente solo. Con un sonido musical de fondo que me va dictando estos renglones que no sé ni cómo los estoy escribiendo.



Cuando aquí en mi alcoba donde me encuentro escribiendo no suena ni un soplo de aliento. Y me viene el recuerdo de mi madre cuando llegaba la hora de la comida o de la cena. Esa llamada, ese dialogo. Y ahora no tengo con quién compartir ese amor que me brota del alma y que se esparce por el vacio de mi casa. Sin que nadie lo recoja. Nada me consuela, nada me distrae.



Mi mente está viva pensando y mirando fijamente una foto de mi madre. Apago la televisión porque me aturde. Solo me dá paz unos instrumentos musicales de fondo muy suaves que amansan mi pena y mi soledad y que me ayudan a evadirme escribiendo y desahogándome la pena tan grande y el vacio que mi madre me ha dejado solo sin compañía de nadie.



No tengo consuelo, para mis sollozos llantos que brotan de mí lagrimar. Mientras la gente se divierte. Perder a una madre en mi opinión es la desgracia más grande que le puede ocurrir a un ser humano que ha estado entregado por completo a ella. Y el problema es que no me pesa. Porque cuantos hay que abandonan a sus padres.



Y los mismos evangelios lo dicen; abandonara el hombre a su padre y a su madre y se unirá a una mujer y formarán una familia nueva. Pero yo en cambio no lo hice. Porque el amor de mi madre hacía mí y recíprocamente yo hacía ella no me lo permitía y ahora me encuentro desolado.



Ni tan siquiera con San Juan para que me consuele al pie de mi cruz como consoló a La Santísima Virgen. Yo al no tener consuelo quizás sea más desgracia todavía. Confió fielmente en La Divina Providencia que me cure la herida tan grande que ha hecho estas llagas en mi encarnadura, de perder el amor que tenía con mi amada y querida madre.



Ahora en este trance tan reciente, ni los sollozos llantos ni mis rezos me consuelan. Mi consuelo ya que no lo tengo ni lo encuentro. Es terrible lo que voy a escribir a continuación: Señor mío y Dios mío si no voy a encontrar el consuelo. Para vivir llorando diariamente te pediría que me llevaras al lado de mi difunta madre, para seguir compartiendo el amor incluso en la muerte.



No estoy preparado con el amor tan grande que llevo en mi alma, para no poder compartirlo o haz que lo comparta con Tu Divina Majestad. Cuando voy a visitarte todos los días a la capilla dónde estás siempre presente en la mesa del Altar, perfumado de flores y alumbrado de velones de cera.



Porque, aunque tengo familia, no es lo mismo el amor de una madre que el de una hermana. Mi hermana no ha sufrido como mi amada madre cuando llegaba tarde a casa algún día por causas especiales. O siempre pendiente de ese amor de madre e hijo que nunca más voy a tener. Será ley de vida. Pero qué ley……



“Sufridora” maldita palabra. Perdonad lectores pero no tengo más remedio que escribir en estos momentos está clase de artículos, mi corazón no me dicta otra armonía. No quisiera escribir con pena, quisiera con alegría. Pero soy cobarde en estos momentos, o quizás no esté preparado. Para el mandato de La Divina Providencia. Pero no soy digno de ser un pobre sufridor.



Porque sé que Dios me ama y yo lo tendría que amar a EL. Pero y el amor de mi madre. Eso no tiene consuelo en estos momentos. Señor quizás te esté ofendiendo. Pero como tanto me quieres y me amas. Me tienes que sacar del lodo donde la ley de la vida me ha llevado. Y no soy digno como todos mis hermanos e hijos tuyos. Pero quizás estén más preparados que yo, para pasar por este trance.



En fin, como dijiste cuando distes Tu último suspiro en la cruz. Padre a Tí. Encomiendo mi Espíritu. Manuel Enríquez Becerra.Sevilla.