viernes, 7 de febrero de 2014

MISA DE FUNERAL.

Es evidente que es una movida de familiares y amistades, las misas funerales después de los nueve días de haber muerto el difunto. Se dan cita todos los familiares en la parroquia donde perteneció el difunto y es un hormiguero de personas la que asisten al funeral, y máxime si lo publican en un periódico. Todos asisten a la misa funeral con respeto, algunos llegan tarde. Pero la hipocresía llega cuando termina la misa, todos los conocidos se acercan a los familiares a darle un beso o un abrazo que no sienten de corazón, que es simplemente por conocimientos entre las personas y se arma la marimorena en la iglesia todos dándose besos y abrazos. Pero no tienen bastante que después de quince minutos o más, se salen a las puertas de la iglesia y siguen dale que dale hablando del difunto o difunta en cuestión que se llevan media hora o más a las puertas de la iglesia, pero ya en plan “cachondeo”, la mayoría pasan el tiempo entre risas y nada de ninguna lágrima. Una pura hipocresía sin ningún sentimiento. Y uno de los más allegados al difunto se acerca a la sacristía a pagarle al cura el funeral, que le dice la voluntad. Pero como era un ser querido le da por lo menos cincuenta euros por una simple misa eso como mínimo, para el cura. Y después de todo el jolgorio que os he comentado, en una minoría ya, cogen los familiares y se meten en un bar a tapear. Eso es así “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Manuel Enríquez Becerra. Sevilla.